Revista
Tendencias del mercado del Arte, abril de 2013.
Para celebrar el centenario del nacimiento de Antoni Clavé (Barcelona 1913 – Saint Tropez 2005), la Galería Jordi Pascual se suma al homenaje que se le rinde en Barcelona, su ciudad natal, con una exposición formada por quince cuadros, un breve e interesante recorrido que empieza con Bailarines, de 1945, la obra más antigua, hasta, Un Signe, de 1992, la más reciente.
Clavé marchó a París en 1939 y pertenece a la segunda generación de artistas de la Escuela Española de París. Influenciado por los nabis en su primera etapa parisina, en 1944 su vida dio un giro importante al visitar el estudio de Picasso en París, momento en que empezó a experimentar con nuevas técnicas, en las que se consolidó como un virtuoso. En Bailarines, de 1945, realizada unos años después de la visita a Picasso, es visible un cambio respecto a la etapa influenciada por los nabis; aquí vemos un Clavé muy expresionista, austero en el colorido, con sus azules y negros, y con protagonismo de la mancha cromática, de la luz y la imagen se desdibuja, pero la figuración todavía protagoniza la escena. Después, sus collages y sus técnicas matéricas se fueron enriqueciendo con la descomposición de la imagen, y con los años 60 le llega éxito a Clavé: es su etapa de madurez, cuando se libera de la infuencia picassiana de descomposición de la imagen y se centra en una mayor experimentación en la mancha cromática consiguiendo un lenguaje más personal, y a esta etapa pertenece la pintura,
Le Roi, de 1964. Su serie dedicada a la imagen del rey la empezó en 1956, debido a su interés por los juegos de cartas antiguas y por la ilustración literaria, en especial la obra de los poetas. Uno de sus favoritos fue el poeta Saint-John Perse, a cuya obra
La Glorie des Rois dedicó sus trabajos de ilustración; la imagen del rey, que le ha acompañado a lo largo de su vida, ha ido evolucionando desde una figuración expresionista hasta el collage y abstracción.
Atraído por el mundo medieval de reyes, guerreros y caballeros, Clavé elaboró una iconografía propia, con texturas, huellas, graffiti y
trompe l’oeil, construyendo un mundo propio, en el que mostró un gran dominio de la técnica. En 1958, empezó la serie de los
Guerreros, a la que pertenece
Guerrier au fond marron, de 1968, pieza en la que se ve el predominio del gesto sobre la figura, la mancha, el trazo, la búsqueda del equilibrio entre la luz y la oscuridad, y las huellas características de la obra de Clavé, realizadas con moldes de objetos, frecuentemente de galletas y guantes.
En 1972 Clavé hizo dos viajes importantes, dando nuevo giro a su obra: un viaje a Japón, donde descubrió los pictogramas y la estética caligráfica, qued daría lugar a su serie
Retour au Japon, y otro a Nueva York, donde descubrió el graffiti, que dieron nueva espontaneidad a su obra ya informalista. En
Composition à la feuille, de 1972, Clavé reintroduce más color con el collage de tapicería. En
C’est Lui, de 1977, refuerza la atmósfera de misterio, en el que un personaje parece surgir de la oscuridad, rodeado de huellas, con un tratamiento de abstracción informalista.
Un Signe, de 1992, es la obra más actual de Clavé, en la que uno de los moldes que se han ido repitiendo a lo largo de su obra aparece con mucho más protagonismo en una obra gestual y espontánea.
Anna Camp