Revista
Tendencias del Mercado del Arte, julio-agosto-septiembre.
La obra de Carlos Nadal, alegre, colorista y hedonista, se expone de nuevo en la Galería Jordi Pascual de Barcelona. Nadal quiso que fuera la familia quien se encargara del seguimiento de su obra para asegurar su autenticidad, de modo que se creó un comité formado por el marchante que tuvo en Inglaterra, John Dunclafe, gran experto en su obra, y su hijo, Alejandro Nadal, que nos habla de la obra de su padre con cariño.
¿Cuántas obras forman la exposición?
Se han reunido una veintena de obras de distintas épocas y procedencia. La mayoría de los soportes son lienzos. El más antiguo es
Ostende, un óleo recuperado recientemente expuesto en la Sala Gaspar a principios de los años 1950. Todas ellas tienen un excelente nivel. Personalmente, me atraen especialmente
Ostende y
Sillones, por la calidad de sus transparencias y su pátina;
Interior romántico, por su frescura;
La Terraza, por su calidez, y
Santa María, por sus tonos rosados muy bien resueltos.
¿Qué tipo de composiciones son las más apreciadas?
Al hablar de los temas favoritos de Carlos Nadal conviene precisar que efectivamente lo correcto es hablar de composiciones. Cuando el 31 de enero de 1943 escribió en su diario que
El dibujo será reo de la pintura y no aquella de este emergió explícitamente por primera vez su tendencia fauvista, una tendencia que mantuvo e incluso radicalizó a lo largo de los años. Sus temas favoritos le permitían hacer las composiciones que más le interesaban: un sillón, una bandera, un adorno en una pared, una ola en el mar o una nube no eran más que excusas para colocar una mancha de color o encuadrar de forma imprecisa unas trasparencias misteriosas. Y lo más sorprendente es que sus combinaciones cromáticas no eran
reos de determinada temática o composición: en su obra vemos salones rojos, pero también playas, paisajes y bodegones bañados en este color, prueba de un fauvismo sin concesiones.
¿ Es Nadal el «Raoul Dufy» español?
A Nadal le faltó muy poco para ser francés como Dufy: nació en París en 1917 de padres españoles residentes en Francia. En casa, el compromiso con Francia era tal que su padre Santiago, siendo español, se alistó en la Primera Guerra Mundial, gesto que acabó costándole la vida. Y mi padre, por nacimiento y por residencia, seguramente hubiera podido optar en algún momento por la nacionalidad francesa. Pero nunca lo hizo. Oírle hablar de Francia sorprendía por su admiración, afinidad y simpatía hacia un país que sucesivamente lo vio nacer, crecer, y que posteriormente le ofreció refugio y le permitió descubrirse como artista. Su mayor deseo en los años posteriores a la Guerra Civil fue regresar a París. Y cuando por fin lo consiguió, fue como becario del govierno francés de 1946 a 1948. Instalado en el Collège d’Espagne del Bd. Jourdan, fue durante estos años cuando consolidó su vocación apuntada en su diario aquel 31 de enero de 1943. Bernard Dorival, que en aquella época era Conservador en el Museo de Arte Moderno de París, no dudó en recomendar a Carlos Nadal,
aquel becario de nacionalidad española calificándolo de
joven pintor de talento. En términos similares se pronunció Maurice Mazo, director de La Grande Chaumière, la famosa academia creada por Marthe Stetller en 1902, precursora del arte independiente por cuyas sencillas instalaciones pasaron nombres tan conocidos y variados como Miró, Giacometti, Saarinen, Calder, Modigliani o Poliakoff. ¿Y por qué Dorival y Mazo? Porque estos dos personajes han sido actores decisivos y puntos de conexión entre una multitud de grandísimos artistas e intelectuales en una ciudad, París, convertida en el epicentro del arte. Braque, Matisse, Dufy (a quien Dorival dedicó varios libros), Mauriac, el propio Carlos Nadal y muchísimos más se conocieron, investigaron, crearon, influenciaron… Esta fue la magia de París: un verdadero caldo de cultivo. Un caldo tan rico, que prácticamente dejó sin recorrido a los que todavía estaban por llegar. Raoul Dufy era de una generación anterior a mi padre y falleció en 1953. Curiosamente no fue hasta finales de los años 70, tras una larga progresión en un universo fauve paralelo, que Nadal adoptó los elementos estructurales de algunas composiciones más conocidas del periodo maduro de Dufy, pero aportando un mayor desarraigo al dibujo, un tratamiento distinto de las líneas, una pincelada propia y una paleta cromàtica enriquecida.
Margarita Cot