Revista
Tendencias del mercado del arte, Mayo 2012.
Àlvar Suñol (Montgat, Barcelona 1935) expone una selección de la creación de los últimos tres años, diez pinturas de gran formato, en la galería Jordi Pascual de Barcelona. Marchó a París con una beca en 1959 y compartió la atmósfera creativa parisina; apasionado del Renacimiento y la cultura mediterránea, la vida le llevó al Ampurdán, donde vive y trabaja entregado a la pintura.
¿ Le gusta más pintar con formatos grandes?
Me siento más cómodo con la pintura de gran formato porque me ilusiona pensar que es un mural.
Realmente, la técnica de sus pinturas recuerda el mural
Me alegra que lo diga. Soy un apasionado del Renacimiento y de Piero della Francesca, y me gustaría que mi pintura transmitiese los contenidos y los valores de Piero; evidentemente, no pueden ser los mismos porque vivimos en otra época, pero además de la plasticidad, me gustaría que transmitiese la poesía y la armonía, porque creo que, aunque sea diferente, en esta época que vivimos necesitaríamos un nuevo Renacimiento.
Usted estuvo en París ¿cómo fue esta experiencia?
Viví en París 15 años, me fui muy joven, y allí sentí qué era sentirse un pintor profesional… Aquí me sentía pintor lleno de entusiasmo y de ilusión, pero al llegar a París vi qué era un marchante y qué era tener una galería, que para mí, en aquella época, fue la Galerie Drouant.
¿Con qué otros artistas coincidió allí?
En París nos encontramos Pelayo, Úbeda, Grau Sala, Apel·les Fenosa, Clavé… un día incluso pude saludar a Picasso, que ya era mayor y no me hizo ni caso, claro… yo era el benjamín del grupo; casi todos los españoles que estaban en París eran exiliados políticos, había muchos españoles y catalanes, y todos hacían la revolución en una mesa de café, pero nuestro grupo éramos gente que trabajábamos, y no teníamos demasiado tiempo para hacer amistades. Había muchos que decían que eran pintores, ¡pero yo nunca les vi una pintura!.
¿Tuvo influencias de París?
Cuando llegué a París, yo ya hacía mi propia pintura, pero al cabo de poco, Tàpies hizo una exposición en la Galería Stadler e intenté aplicar la estética de Tàpies a mi pintura; disfruté mucho, pero me llevó a un camino de dudas conmigo mismo y pensé en dejar de pintar, porque el mundo que yo intentaba recoger de Tàpies me «suicidó», me encontraba totalmente perdido. Pero en aquel moment, en las Tuleries se organizó una exposición de Vermeer, y fue mi ángel protector, me salvó. Al ver las obras de Vermeer descubrí la capacidad humanística del arte. Desde joven tuve un cartel en mi estudio:
Trabaja como zapatero, porque cuando yo iba a la escuela pasaba por delante de un zapatero que siempre estaba trabajando, desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, y ése fue mi modelo de trabajo. En París, cambié el cartel:
El tiempo no perdona lo que se hace sin él. ¡Y lo digo sin petulancia!.
Anna Camp