De la Serna, Ismael
Ismael González de la Serna fue un pintor español de la primera mitad del siglo XX que dominó el arte de juntar el cubismo, expresionismo, y surrealismo para crear su propia voz artística. Aunque, nació en Gaudix, pasó la mayoría de su infancia y adolescencia en Granada. Permenció en la ciudad para estudiar bellas artes en la Escuela de Arte y Oficios hasta 1916, año en que se trasladó a Madrid para continuar su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
En tan solo un año residiendo en la capital española, presentó su obra en el Ateneo, mientras que durante su tiempo libre visitaba el Museo del Prado para realizar estudios de las destacadas obras de el Greco y Zurbarán. No obstante, fue la exposición titulada “Los Grandes Impresionistas Franceses”, exhibida en el Museo de Arte Moderno, la que verdaderamente dejó una huella significativa en su obra. En Madrid, también formó una gran amistad con Federico García Lorca, quien le ofreció ilustrar la portada de su primer libro Impresiones y Paisajes (1918).
En 1921, tras una temporada en Granada, se instaló en París. Residiendo en el barrio de Montparnasse y rodeado de artistas, De la Serna absorbió de primera mano los movimientos vanguardistas de la ciudad, marcando una profunda influencia en su evolución y estilo artístico. Sin embargo, sus primeros años en la capital francesa fueron complicados, ya que le resultó difícil consolidar su presencia en el panorama artístico de la ciudad. No fue hasta 1927 que tuvo su primera exposición en París, organizada por Paul Guillaume y compuesta de cincuenta lienzos. A raíz de su gran éxito, el crítico de arte Teriade le dedicó un texto en la prestigiosa revista de arte Cahiers d’Art, mientras que el Museo de Arte Moderno de París adquirió una de sus obras.
A partir de entonces, De la Serna mostro sus pinturas en distintas exposiciones europeas, como en la muestra de Pintores Españoles Residentes en París en el Jardín Botánico de Madrid, en la Galerie Zak de París, en el Museo Manheim o la Galería Nacional de Berlín. El íntimo contacto que formó con la Sociedad de Artistas Ibéricos, también le abrió muchas puertas para exponer su obra en exposiciones colectivas e individuales alrededor del mundo. Adicionalmente, la crítica se convirtió en un espacio donde tuvo un reconocimiento elevado, ya que su nombre era recurrente en revistas como, “Deutsche Kunst und Dekoration”.
Cuando De la Serna llegó a París, el cubismo estaba en su última etapa, pero aun así se involucró con el estilo y las propiedades de este movimiento revolucionario. Su carrera, sin embargo, no se limitó solamente al cubismo, sinó que se destacó por su habilidad para fusionar estilos expresionistas, surrealistas y cubistas en un solo lienzo. Esto posibilitó una conversación inclusiva y unida entre los distintos movimientos artísticos líderes del siglo. Sus pinturas se caracterizaban por composiciones simples y estructuradas, adornadas con colores vibrantes.
A principios de la década de los 40, el reconocimiento del artista sufrió debido al comienzo de la segunda guerra mundial. Alemania, uno de los países donde tenía más renombre, se vio afectada por la ascensión de Hitler, lo que significó los cierres de muchas galerías con las que él trabajaba.
Consecuentemente, la presencia de su obra en museos y galerías fue mínima, teniendo una única exposición en 1946 en Praga. No obstante, a partir de 1952, sus pinturas volvieron a emerger en muestras internacionales, como en el Museo de Artes Plásticas en México, la Tate Gallery en Londres, la Hammer Gallery en Nueva York o la Galerie Michel Boutin en París.
Pocos años después de fallecer en 1968, en 1974 el Museo de Arte Moderno en París, le rindió un homenaje con una retrospectiva de su carrera artística. Hoy en día, De la Serna permanece en colecciones públicas y privadas alrededor del mundo, mientras que sus obras siguen influenciando exposiciones contemporáneas.