La alegría de vivir de Carlos NadalVolver

Revista Tendencias del mercado del arte, marzo de 2012. La galería Jordi Pascual de Barcelona expone una veintena de obras de Carlos Nadal (1917-1998); La mayoría provienen de colecciones particulares, y muchas de la colecció de mi tío, dice Alejandro Nadal, hijo del artista y comisario de la exposición, que nos aproxima al universo de su padre. Mi abuelo, aragonés, era pintor decorativo, y mi abuela era de Morella, un pueblo de Castellón; estaban viviendo en París cuando nació mi padre, en 1917, y allí se quedaron durante unos diez años, luego volvieron a Barcelona. Mi abuelo murió cuando mi padre tenía unos 14 años, y mi abuela tuvo que sacar adelante a sus tres hijos sola, con mucho esfuerzo; se instalaron a Barcelona y acabada la Guerra Civil, regresaron a París. Mi padre terminó en un campo de concentración en Francia, pero se escapó y volvió a España, lo detuvieron y lo metieron en la cárcel, aunque no tenía ninguna actividad política que justificara encarcelamiento. Había estudiado Bellas Artes en Barcelona, en La Llotja, donde había obtenido brillantes calificaciones en dibujo, perspectiva y colorido; pero llegó un momento que no estaba contento porque los años 40 eran muy difíciles en Barcelona y quería volver a París; consiguió un préstamo del Ayuntamiento de Barcelona de 5.000 pesetas -que después devolvió- y aún se demoró varios días en marcharse a la capital francesa, porque entonces conseguir los documentos en regla para salir de España era un poco laborioso. Estuvo un año becado por el Govierno francés, le renovaron la beca y pudo quedarse otros dos años en París. En Barcelona se formó como pintor aprendiendo el oficio, pero en París descubrió lo que quería de la pintura. París era el crisol del arte y conoció a mucha gente… A Nadal se le ha vinculado con el grupo fauvista.. No estuvo en el grupo fauvista, pero se sentía muy próximo a la filosofía fauvista, y su estancia en París influyó mucho en su estilo; también se le ha comparado con Dufy, pero el parecido no se dio hasta los años 80, cuando Dufy ya no existía. Bernard Dorival, profesor en el Instituto Francés y director del Museo de Parñis, y una personalidad muy influyente en el mundo del arte en Francia, escribió un libro sobre Dufy, e intercedió para que renovasen la beca a mi padre. Alejandro Nadal me enseña pequeños cuadernos de notas y dibujos de su padre, son como pequeñas joyas… primero ponía una base de color y luego dibujaba encima. También me muestra una pequeña agenda con notas de Nadal, con una escritura muy cuidada y culta. Malvivía de la pintura hasta que se casó y mi madre lo puso a raya, en el sentido de que lo organizó un poco; mi madre, Flore Joris, era belga y escultora, se casaron en 1948, y al cabo de un año se marcharon a vivir a Bruselas, y ahí empieza la etapa de Bruselas de Nadal, el año 49. La obra de Carlos Nadal, alegre, colorista y hedonista, cada vez despierta más interés entre los coleccionistas y en las subastas internacionales, de forma que se ha creado el Comité Nadal para asegurar la autenticidad de las piezas. El Comité lo hemos creado porque el seguimiento de las piezas era voluntad de mi padre; quería que fuéramos nosotros quienes nos encargáramos de eso porque la familia es la que puede hacerlo sin ataduras económicas. El comité lo formamos el marchante que tuvo mi padre en Inglaterra, John Dunclafe, gran experto en su obra, y yo mismo. Durante los años 50 mi padre tuvo marchantes maravillosos, tanto en Bruselas como en Barcelona. En esos años, el Gobierno belga convocó un concurso para un Pabellón y medio de la Exposición Universal de Bruselas, mi padre presentó un proyecto y ganó; le fue muy productivo, pero lo apartó un poco de la pintura. Alejandro Nadal me enseña fotos del Pabellón que diseñó su padre, un pabellón dedicado al Congo Belga, con los frescos que pintó su padre. Se fue al Congo a documentarse; recuerdo una curiosidad: mi padre preparó a mano un presupuesto y mi madre le dijo que ella se ocuparía de pasarlo a limpio para presentarlo adecuadamente, y entonces añadio un cero a la cantidad que proponía mi padre (dice sonriendo). ¡ Y se lo aceptaron!, o sea que debía estar bien. Después le encargaron más proyectos, algo que económicamente era más seguro, pero lo que quería era pintar, y a finales de los 60 volvvió a Barcelona. En 1949 expuso en La Pinacoteca, a lo largo de los 50, en la Sala Gaspar, y en el 63 en la Sala Parés. Y un apunte personal sobre la personalidad del artista: mi padre era divertidísimo, te morías de risa con él, era una persona muy franca. La exposición abarca varias épocas, desde el año 49, de la época de Bruselas, como Parc de Brussel·les, de 1949; una pintura de las Casas colgantes de Cuenca, de un viaje que hizo en 1978 con otros pintores de la Sala Parés, que después expusieron las pinturas en el Centro Cultural de Cuenca, también hay pinturas de Sant Feliu de Guíxols… otra de la pinturas expuestas ahora L’atelier, de 1984, estuvo expuesta en Messum’s en Londres. Josep Amat fue profesor de paisaje de mi padre y les unió una buena y larga amistad, y se ha dicho que mi padre era paisajista, pero yo creo que no; él pintaba en el estudio, iba a pasear y tomaba notas, como por ejemplo: coche rojo, techo azul… luego iba al estudio y se ponía a pintar. Algunos interiores de Carlos Nadal recuerdan un poco las atmósferas matissianas… le gustaba mucho Matisse, pero para mi padre el más grande de todos era Picasso. M. Perera